La educación
científica y la enseñanza de las ciencias es uno de los ámbitos que
constantemente está cambiando, pues ya no vale con enseñar desde una mesa a
otra mesa, leyendo, subrayando y estudiando de memoria. Se busca crear alumnado
que sea competente científicamente y para ello es necesario que el alumnado
conozca la ciencia, trabaje con ella y la entienda. ¿Y cómo hacer que trabaje
con ciencia? Haciendo alumnos científicos. Es necesario enseñar ciencia como
parte de una cultura e historia y esto debe ser transmitido al alumnado, pues
la ciencia puede emocionar, puede hacer que se mire el mundo con otros ojos y
hace que se pueda representar aquello que imaginamos.
En los
últimos años, los centros escolares más innovadores llevan a cabo proyectos de
metodologías innovadoras como el ABP. Llevan a cabo proyectos en los que al
alumnado se les presenta un problema, y el alumnado, lejos de quedarse sentado
en su silla escuchando, se convierte en un agente activo motivado por la
curiosidad, la intriga y la ansia de resolver el problema. Para ello, buscan
información, llevan a cabo diferentes experimentos científicos (bajo la
supervisión de un docente) y crean hipótesis buscando respuestas a sus propios
interrogantes.
Y esto es
uno de los aspectos que uno de los textos nos menciona. La educación científica
del siglo XXI debe mirar hacia el futuro, debe crear alumnado competente y la
mejor manera de hacer que un alumno sea competente con la ciencia es haciendo
que este trabaje con y en ciencia.
Por otro lado, para esto, es necesario que el docente motive a su alumnado y la mejor motivación posible es fomentar la curiosidad; hacer que el alumnado se cuestione continuamente todo, se haga preguntas para llegar a respuestas que le aclaren sus dudas. Este es otro de los puntos clave para crear alumnado competente; crear alumnado curioso que tenga interrogantes que resolver, que se plantee el porqué de las cosas y que no se conforme con una simple explicación teórica, si no que lo lleve a la práctica. El ser humano desde pequeño tiene un instinto de curiosidad, sin embargo, a medida que crece se va perdiendo y es la función del docente hacer que esto no se pierda, promoviéndolo como parte necesaria de la educación. Un alumno curioso, que se hace preguntas, será un alumno que tengo motivación por aprender y saber y, por lo tanto, tendrá más facilidad para ser competente científicamente.
Claro
ejemplo de lo comentado hasta ahora es el artículo científico de “Participar en
las prácticas científicas” que plantea un proyecto en el que el alumnado es
investigador y experimentador a través del aprendizaje basado en problemas. Con
un utensilio del día a día como es la pasta de dientes. El alumnado tendrá que
averiguar cuál es la pasta de dientes menos efectiva. Se le presenta en primer
lugar la situación y después los posibles experimentos que puede realizar para
comprobar esto. Así, lo importante del resultado del experimento no es tanto si
dan con la solución correcta, sino que importa la actitud de estos ante la
situación, así como el tipo de interrogantes que se plantean o las posibles
soluciones que consensuan. Es un experimento positivo para llevar al aula,
aunque en la etapa de Educación Primaria el docente deberá supervisar los pasos
de los grupos para evaluar el proceso y comprobar que nada pueda pasar. Es
conveniente, además, que los experimentos no se lleven a cabo en el aula, pues
todo tiene su lugar correspondiente; al igual que gimnasia se hace en el
gimnasio, ciencia se deberá hacer en el laboratorio.